Víctor Bidó, Filósofo, Poeta, Ensayista y Pintor Dominicano, nacido en la ciudad de Santo Domingo el 23 de mayo de 1959. Realizó estudios de pintura en la escuela de Bellas Artes (1974-1978) y en Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). En la literatura dominicana pertenece a la Promoción Literaria de los 80's, siendo por la calidad de su poesía, uno de los más importantes exponentes de éste género. En su producción de poética es notable -como ha explicado el escritor José Enrique García- "El dominio técnico del verso y la composición". Sus obras: Cuaderno de Condenado (1986), Poemas de la Tortuga (1994), Suma Presencia (Obras Poéticas 1994-1999). Ha sido colaborador y cronista en los periódicos mas importantes de su país (ensayos y análisis literario).

Huella

A Víctor Bidó


Vienes dentro como una romería,
Y silencio.
Tú no has sabido llamarte nunca
Y frotas en tus negras manos
El suave fulgor de una pregunta inacabable.

Nada es sinrazón la viviente sombra de tu existencia,
Asoma el tiempo dormido y esperas parirme
Irremediablemente en la sangre.
Una grieta se abre entre tus ojos y los míos,
Lejanía que asoma tras el agua.

Yo te sigo, te persigo ciega con la vela en la mano,
Un ocluir de absurdas cosas en la garganta,
Eres la inmovilidad viviente de una foto y carne de un pasado.
La penumbra de tus ojos, ahora vela en la noche,
Agita el remordimiento y el grito en soledad,
Ahora me dueles en el verbo,
Ahora conozco tu frágil hueso
Y te has convertido en luz
Y la ciudad ha visto tu sombra vagar
alucinando tras los pájaros nocturnos
Y tú dormido, sin sospechar la que vigila.

Cuánto ha de viajar el lápiz húmedo hacia la boca amanecida…
Yo arrimo tus desairadas manos bajo la piel que llevo
Tu muda presencia, abstraída en un sol calcitrante,
Y me aposentas como las correrías de los pasos en la guerra.

El sonido que cae nunca es tan incierto como el
Polvo que queda.
Has vivido para contarme historias de la vieja,
Devastación en las escalinatas de la plaza.
Hay manos que ya no te cobijan,
La muerte besó tu espalda… y sonrío

Voy a tragarte para hacerte perenne.

Presente en cada ceniza que despoja el viento de tus dedos,
Un acecho constante a la herida del papel.
Hacia atrás, la niña silenciosa al lado del que pinta
Sobre las telas,
Pantomimas en las tardes que recuerdan árboles sin hojas.

Te miro, como los que se miran por dentro,
No hay un espacio virgen que corrija la
Levedad que cubre dibujos y habla en papel.
Falta hacer, arañar,
Tus tintas cuajadas
Al abismo.

(El aleteo del pájaro ha llegado hasta aquí…)

Maria Antonia Segarra



Suma Presencia


I

En la cocina releo mis notas.
Se oyen ajenas, sin embargo,
Son mías.

¿Qué hay en la página?

Estelas, sombras que ya no soy.
Estimo lo hecho y estiro los brazos,
Bebo un poco de té,
Mientras en llanto la tarde se aleja.

Sobre la mesa mis notas y sin saber
Qué volveré a escribir.

II

Todavía mi aliento en el pozuelo,
El agua moja mis pies e ignoro
Qué agua me cobija.
Del pozuelo vuela una estrella
Eso imagino.
En tres o en dos nada infiero
Al perderse el corazón en su albergue.

III

Detrás, nada queda.
Adelante, nada se vislumbra.
Aquí, ni olvido ni adivinación,
De lado o al fondo: una ventana.
Pasan las nubes, crecen o se deshacen.
Cantan los pajarillos en las nubes
Y el cielo mira mis nubes que crecen
O se deshacen…

IV

El hogar huele a infante
Y la risa socorre en la pena.
A la vuelta, tal vez,
No pueda reconocer la menuda carita.

V

Silencio, siempre silencio
Oculto en la sensación del otoño.
Nada hay en la quietud del anochecer.
En silencio, siempre en silencio
La oscuridad que espejea en el solitario
Sobre el silencio de la cafetera.

VI

El susurro en la mesa y aún no llega.
La sonrisa vigía en la mirada.
La palabra presentida en el aire
Que la mirada aviva.
Sin oírte amo la luz.
Que libera el soplo de la milagrosa idea.

VII

Este día diferente a su redondez,
Real o iluso, no pide heraldos ni celadores.
Portento de temor amar se niega el indefenso
Y las nubes zozobran en el sopor de esta cocina
Entre un té negro y un cigarrillo gastado.

Este día, de errores y misceláneas
Carga consigo, a babor, el insomnio, sin pagar el rastro
Que aún no termina con el sueño.

VIII

Mi padre ahuyenta los silencios
Con la ambición de sentir
Que nada inútil hay en él.

Echado en el mueble habla de política
Con el entusiasmo de un adolescente
(no hay entusiasmo es sólo un pretexto para admirarlo).
Ciego aún irradia corderos por su voz.
Voz y bastón, suma presencia.

IX

El bastón afianza el paso inseguro,
Da al oído la orientación
Donde mi padre pone su confianza.
No dos, sino tres ajustando el paso
En la sombra,
Diseñando la huella al azar,
En un vano esfuerzo de claridad.

En los ojos la disolución,
Ochenta no afianza porvenir,
Sino ocaso que el crepúsculo ataja
Al mortal descenso.
Ante esta noción del ente
El viaje es un descanso convulso
Donde los ojos anuncian el cercano silencio.

X

Disminuye o acaso el ave
En su blancura, suspendida,
A otro aire arriba, sin ornamento,
Ante un cielo desnudo,
Siendo por no ser,
Dibujando un mármol de clara certeza.
Los arcos estelas transparentes,
Vibrando en lo estático
O en el vacío
Que ningún ojo pueda, en otro aire,
Poner otra magnificencia en aderezo.

En el instante hay una ventana
Que nos arroja en otro vuelo, en otro ensueño.

XI

Debajo del puente: el agua.
El agua no contiene y refleja,
El vacío ni contiene ni refleja.
En el pájaro el vacío vuela
Y en el agua se vislumbra.
Mientras en el río contemplo el pájaro,
En el vacío otro mundo se percibe.

XII

Mi hijo mira el cielo y sonríe,
Su gracia conmueve.
Mira mi padre e implora,
Se recoge ante la conciencia
Miro el cielo y el resplandor
Me desarma.
El cielo embriaga a quien mira,
Al hombre complica.
El cielo huele a mirra, la risa convoca
Y el rostro imprime que ha estado ahí.
No cambia el cielo, sino el hombre
Su propia muerte.
El cielo tiene sus dudas y su arcángel
Nos recuerda la prisa y el golpe.
La risa es un mirar de primavera;
La mía, quizás, sea de verano, translúcida
Y sofocante. La de mi padre, la del seco
Invierno que el cielo hace caer en los cuerpos
Transfigurado por la lejanía.

XIII

¿Cuántas veces caminé sumido en tu recuerdo?
Era una tormenta ajena la ciudad,
Y más profunda en otro tiempo: el tuyo.

Mis ojos eran otra visión, otra ensoñación
Y mi ser en otra latitud: la nuestra.

Caminar liberaba de rescoldos mi ser:
Era un saltarín remoto.
Abrazados olvidábamos la ciudad
Por nuestro Reino.
El amor absorbía el ahora de entonces
Y en el mar veníamos espumados de asombro.
La oquedad vivía en nosotros.
Ahora camino con mi soledad, y tan objetiva
Que no reconozco el camino recorrido.

XIV

De paso en paso
Ni queda ni avanza la barca.
De ensoñar revuelve quien montado regresa.
Sobre el casco una tormenta.
Indecisa la mirada, el jinete atrás, imantado,
Soberbio regañándose…
Las velas indican la partida y él, indefenso consigo,
Nada sabe por momento.
Una voz respira penosamente, luego se deja caer,
Camina mojándose y sube pertrecho a la barca.
No mira atrás, distante y extraño es el mar adelante.
Algo se aligera en su pecho y sonríe
Como un olvidado ángel en regreso.

XV

Que voy Rodrigo Vivar
Sin más desnudez que la luna rota,
Mostrando el vacío en pura obertura,
Alentado por el olvido y el rechazo.

Al Vivar Rodrigo voy saludando mañana
Y de duro razonar admito el rubor del anhelo perdido.
Regresará este humo entre dos. Ya no recuerdo,
Sino atisbos angustiados en ensoñar amargo
Que la tarde dilata en este café de milagros.

Estoy, estacionado en mi, que acechar no puedo
De tanto salir mi entrada morosa.

XVI

Mira el hijo que despierta,
Su mirar escruta
Y la rosa resbala por el ventisquero del aire.

Pide hacer el vago aliento
Que no acierta consigo traer:
Un mundo que urge salir.
Mira y sostiene el filo al mirar el trueno
Al punto de las hojas otoñales.
Animal brusco y menesteroso;
Pasa el fulgor que el árbol agujera
Sobre la cara el padre absorto.

XVII

Sobre el ojo el abrazo incierto,
Erguido en el horizonte socorre el deterioro
De la melosa vanidad.
Se mantiene la desazón en la luna triste,
Atascada en la noche que guardo.
De tanto el olvido anchuroso vuelve,
De imágenes se apresura la luz;
No es tanta la visión como el estremecimiento
Y, alguna vez, entre ambos, en mi pecho el amor.

XVIII

Que bien el sol en su postrero horizonte
Y un ave que en la quietud alardea su sombra.
Se suspende o se degrada el recuerdo
Atinando una melancolía de mujer, llena
De consistencia en el balcón de la noche.
El hombre murmura consigo y el cigarrillo
Se gasta, como él, por hallar peso en la levedad azul
Que irradia, iridiscente, la tarde
En la equidistancia del relieve.

XIX

El domingo es una saeta al revés
Ardiendo como hojas secas.
Las gentes salen, yo retomo mis pensamientos
Y los pongo sobre la mesa.
Crece un árbol y la luna brilla detrás;
Un árbol de sombra, y por torcer la rama
Se astilla y sangra una melancolía silenciosa.
Por la rama la turbia sensación
Que sacude el sopor y las repeticiones.
Puede, por sufrir, el domingo en las llamas
Del árbol perverso e inútil.
Preocupan los domingos siguientes
Y uno vuela al mismo sacrificio.

XX

Este aislar imágenes
Que rebotan y sacuden la atención,
Ensanchando otro tiempo triste.
La vida confiesa, en sus entes, ir
Acumulando en la desnudez; nada
De ahorro en el partir.
Mi padre, inocente patriarca, echa
En mi el peso de no estar a tiempo,
En sí, soy un engaño por más esfuerzo.
Bien lo sé, me debo a él y no hay otra salida.
Reboto hasta el techo y me digo ___Oh, un hombre,
Un ave o un ángel (el espíritu se sacude)…
Es confiar demasiado en la ausencia,
En la imagen que no volverá a tierra.
Ser primogénito sus secretos tiene:
Es que con sólo querer se derrumba el intento
Y nada podrá separarnos de aquello.
Me cuesta el cazar imágenes que,
Alguna vez, se realizarán, a pesar de lo leve.

XXI

Puede que camine y me acompañe un árbol
Y sus ramas me protejan del mediodía.
Ese sol, que madura la imagen, vuela
Hasta ser algo que ya no es y persiste en mis ojos
Bajo el temblor.
Puede el árbol cegarme importa poco ante
La espesa soledad.
Puede que no recuerde ser y vague ensoñando,
Como otros; puede que sea el árbol y sombra yo
Ajena a la luz, y nuevas ilusiones me separen del tráfico.

Pero entre lo que pueda ser y lo que soy, no hay acequia.
A los cuarenta toda posibilidad anida en lo que se es,
Sin embargo, el árbol socorre y no hay agua;
Mi consuelo no surte patrimonio que halague
En repetir este lado que ignoro y ése que sueño.

XXII

Requiere el paso más esfuerzo
Y todo adquiere la placentera visión
Del descanso.
El paso pasa y no vuelve,
Otro paso exige la voluntad.
Otro revuelto paso admite el soñado.
Nada de parar.
El nuevo paso entusiasma antes,
Aunque después desborde el esfuerzo
Al revés.
Un paso pide la vida y nadie negarlo puede,
Salvo que la sal nos devore en poco tiempo.
Esa mi lucha: un nuevo paso
Que requiere de más esfuerzo.

XXIII

Mi soledad atrae ausencia,
Ni amor espera, ni esperanzas viejas.
Con ella no lucho, espero que despierte
Para beber de la fuente
Que percibo y no comprendo.

Al viento esta soledad dormida
Que me tiene por sustento.

XXIV

En la desidia está el poeta.
Contempla y muere.
Adora el silencio en la flor.
El poeta en el borde del alma
Viviendo como un capullo,
Avivando el aire que retiene
La música desolada de su redención.

XXV

Al acostarme mis ojos otra vida tienen:
Sombras relucientes hacia mi cabeza y los pies.
La oscuridad vuelve y salgo de la pantalla;
De mi acontece al centro una voluntad
Que me baja donde no apelo.
Estoy y no huelgo vencer:
Un ángel desconocido me sonríe y el agua
Me sostiene. Digo: “Un sueño”, y una voz desmiente
Busco y el horizonte como un velero en naufragio.
Me reclama…
Me sorprende la hora y despierto húmedo.
Es tarde, los muchachos esperan…

XXVI

Si por amar en el error acomete,
No amar tampoco certeza tiene,
Y colocado en la sombra más duda
Que vacía la casa.
No hay caricia que devuelva aquella,
Ni pasillo que vivifique, en la ausencia
De dolor se llena, así milagroso en la tormenta.
Lejos del amor me sufro, cerca se cristaliza.
Por Helena volver quisiera; quimera pensar en ello.
Me queda azuzar la ausencia en los días…
Que apenas crecen.

XXVIII

El mar espeso velero
Inundado de distancia.
Eres imagen, no recuerdo;
Pura transparencia ensimismada.
El mar, perfecto, no así en tu forma,
Idea que inquieta el ser.
Me llena si por ti voy de mar,
Un poco basta para ahogar la demora;
El cielo henchido de luceros.

El mar espero en el fuego,
El amor en la hueste de mis ojos
Por tocarte y arriba se retoca el ser,
Imitando, que no llega.
Sufrir, ansia consumida en las manos,
Talla de aire que ocupa el mundo.
Amor de mar tu cuerpo, de sutil aroma
El espíritu cegador, tierra herida,
Hombre devorado, atado al velero del mar
En la distancia.
Te busco en las nubes
Y la pasión del trueno
Anuncia el hallazgo.

Mar, el mar, sierpe que ahogando vive,
Cuando llegues, mejor aún, que mis sueños.

XXIX

De surco el asidero,
Entre la silueta y la flor
El indeleble aire que paraliza.
Buscando fondo miro otear tigres
Blandiendo tu amor, aquí, absorbiéndole
En la luz de la luna.
Alcanza pues, en la espera,
Madurar tu horizonte, ciego y hondo;
Donde los pájaros amanecen en la quietud.
Tanto el éxtasis como el arrobo y la descarga.
Por tu espalda un batallón adereza, en recta
Formación el perfume ante la experiencia.
Muero, no sobreviviré en la hondonada.
He de quedar en el bajo relieve de la forma,
Abrevando en la paloma con su sol
Ante el sendero desértico.

XXX

La flor.
De brillantes colores
Su talle en el hueco.
Mírala sin asirte al desprendimiento.
Mírala inmóvil en la sensación,
Huélela y acierta en su perennidad.
Seguirá emitiendo colores en su hueco
O estaré percibiendo su no estar
Que estimula su ser.

(Lectura a cargo de Prinss_Mar & Grace)

Daría Suerte La Oculta Verdad

“Solo las palabras simples maduran por si mismas”…Lao Tse


I

Muy cerca, la luz.
El prado envejece y se aleja.
La brisa nos atrae.
El recuerdo y el otoño
Bordean la pira.

II

Se viaja aún la consecuencia.
El hombre se vuelve y es un eco.
Se oculta el paisaje:
Un vago rumor que viaja.

III

El áspid engulle las horas,
La redoma, el paso oculto
Y el qué será.
Se cierra el portón:
El silencio prolonga la ausencia.

IV

“Ahora” –dijo el hombre.
Envejece la voz
Y el árbol florido del ahora.
Nada intacto queda,
Ni siquiera lo humano.
Nadie dio luz a esa voz
Que ardiente se rebela.

V

Abro la puerta que da al patio-
Oigo y desoigo el silencio herido.
Oigo el silencio de las ramas,
En él me oigo silenciar la mañana.

VI

No augura quien árido respira, es.
Cuando se yergue el presente,
La tarde se ha ido.
Las olas roen y respiramos.
En los bordes todo avanza
Y en las inmediaciones un instante
Subjuntivamente distante.

VII

(Música)
El clarinete azul
Y el tambor de los sueños trenzados
-al oído-: el cielo.
Las estrellas en mis ojos alumbran
En amores,
El cuerpo ahogado agitando el camino.
(Esa inmensa música, cada día, es un delirio.)

VIII

No hay postal
Y si la hubo nada vi.
Incensar.
Cada día, la luz y la sombra.
La manera se confirma:
Uno va sin regreso.

IX

Dándote –se agiganta la luz-
El naufragio en las lágrimas
Y la muerte en la entrega.
Dándote –imaginando el regreso-
La premura en el almendro.
No niegas otro laurel el verme.
Dándote –todo darte-
Sufro en la entrega.

X

El ángel sube,
La voz en el estanque manchado de hojas.
El reflejo en la quietud da sombra al aire.
Nos iremos en las hojas desteñidas
-vestigio que el agua arroja-.
La simiente en otro florece,
-se humaniza el ángel-
Y la luz redobla en el aire las miradas.

XI

En el campanario las aves del laúd. Estremecido el año,
Tiene mil rostros. Otros palparon lo mismo
-en tierra firme-, la mudez en la mirada.
Regresan las aves, tañen en el mismo año,
Tienen mil rostros.

XII

Los ojos del mar se sosiegan en mi casa.
Resulta monstruoso el azul turquesa
Y nos tendemos en las algas.
(Su espumosa luz nos vence.)
La visión permuta en los rincones
-cantamos en la huída-
Cuando se burla la imaginaria razón.

XIII

Los niños –seducidos- rinden tributo
Al mar en la risa.
(EL CARTEL DE LA TARDE)
Alguien sirve almendras vinosas,
Dulces a pesar de la sal y el yodo.
El resol, escritura que los niños
Ignorarán siempre.

Rosal de espuma –veinte años después-
No son artesanos de la risa en el recuerdo.
(SENTADO EL DOMINGO RETOMO,
VEINTE AÑOS ATRÁS
)

XIV

Se repite –nada certero-.
No hay culpa.
Algo que disuelve en la esfera
Sin que escape la orden de la red.
La mariposa en la fuente, oscura
Y sin dueño.
(En la red, el símbolo).

XV

Daría suerte la oculta verdad,
En el sueño seríamos menos.
Si de suerte se embistieran las barcas
Habría ritos en la playa
Y amor en los hoteles.
El mar no sería indeciso,
Donde los muertos descansen.
Mejor destrozar la pelvis –cara- al cielo
Y deambulen sin ofrenda ni afeite,
Como el primer cadáver.

XVI

Orgulloso, olvidó el ayer
Y quiso entrenar la arrogancia
En la vanidad de las letras.
Ansioso, obligó a las Musas
A los ritmos pastorales
Y esgrimió el viento en época de Homero.
Se deleitó viendo morir
Y cantar quiso viejas églogas.
-Habían voces…también ecos-.
Al fin sació la verdad de ser el mejor.
Doblaron campanas sin cortejo;
Olvidó de sí el ayer
Y quiso entrenar la arrogancia
En la vanidad de las letras.

XVII

Se puede escuchar, indudablemente,
Como si no lo hicieran.
Atentos, sellaron sus labios;
Antes rieron y contaron historias.
Hoy escuchan al dormir, sin visión alguna.
Te oyen lo inefable mientras los escuchas soñar.
Se puede escuchar, indudablemente,
Como si no lo hicieran.

XVIII

El silencio acrisolaba los objetos
Emergiendo de la tierra.
Vi el cortejo, era hermoso en el mar.
Lo vi en el umbral del sueño
Mientras miraba la flor.
El silencio acrisolaba los objetos
Emergiendo de la tierra.

XIX

De muerte azuzando el retiro en el mar.
Queda la barca, nostálgica y triste.
De silencio con prontitud
El amor cae en la muerte.

XX

Fuero días en el ánimo de los labios.
Agreste sensación.
Los ojos aspirando el rojizo
Y la piel amarillenta – una flor herida.
La noche se fue quedando en sus ojos –
Se fue amando a Dios la tía.
Vino su barca – y en lo alto un ardiente sol – .
Días cenicientos bajo el rigor de la quietud

XXI

Bendita en la soltería
Y de cielo en cielo la gloria
-imagino la alegría-.
Bendita en la lenteja de Dios
Donde muchedumbre fue el pez.
Plácidamente leía el Sermón
El ángel sobre el demonio, venciéndole.
Bendita ante la insistencia del gesto
Y los gusanos.
(Hubo de cavar en la memoria
Los que de alegría no ven.)

XXII

El amor se orilla en la saeta
Y el día culmina con la muerte.
De la cruz el silencio muestra
La grandeza y la miseria.
La noche vela el haber sido
Mientras se alejan los peregrinos.

XXIII

Son diáfanos los objetos.
La sensación es infinita.
Claro, ignoro que doy
La mayor cualidad a lo mirado.
En la primera, se reflejan en mí.
En la segunda, soy quien gobierna
El infierno o el paraíso que se refleja
Más allá de mí.

XXIV

Ayer murió el viejo.
Dicen que ahogar quiso a su mujer
Mientras agonizaba.
La amaba tanto.
Era tedio y repetición.

XXVI

Si toco la puerta tiemblo
-quietud en la ceniza - .
Después habrá de tocar, no ahora,
Infiniquitarse –o mañana-
Mientras cae la aurora.
Si tocar pudiera no retiraría
-a pesar del dolor- los sueños.
Evoco tocar, aunque muera la vanidad.
Dicen los que aún no regresan
Que la sensación es pura perturbación.

XXVII

Regresó más ardiente – dijo-
Al mirar el olvido.
No reparó en la sentencia.
La desesperación vino al seguir la voz.
No había nadie que pudiera retener
Semejante orden.

XXVIII

Algo de luz procesaba el encanto.
El crepúsculo era un ave en la mirada distante.

XXIX

De gris la lluvia en la tarde
(no era una tarde de lluvia),
Sino de gris vestía la tarde,
Entre sus criaturas había un saxofonista
De nubes bajas que elevaba el alma.
La gente ignora el gris de la tarde:
Un escarabajo solfeaba en el corazón.

XXX

Sonó el artefacto.
La niña miraba la flor
Mientras se perdía la casa.
Alguien la vio subir y caer
Mientras subía el ataúd de la flor.

XXXI

Sobre la noche navegan los rateros
Despacio en el recodo.
Viajan los peces contra la barca
Inmóviles en la oscuridad
Mientras se vela lo irremediable
Nadie quiere recordar.

XXXII

Un muro
Y no para de llover.
Cavamos en el lodo y brillan las hojas
Intensamente verdes, mudas prefiguran el cielo.
Empapados, inconscientes, rodando…
Tememos ser caudalosos.
Nos acompañan la soledad y el pensamiento
Y no queremos saber donde llega
El airado frío.
Asusta el torrente. Razón para despedirnos,
Por si no nos acompaña la suerte.

XXXIII

Da fruto la lluvia en el alma.
Crece inhóspita y salvaje
En su calabozo de tierra.

XXXIV

No es terror mi ausencia
-candil desbordado-
El espasmo en el instante.
Hay que agregar la magia

-el redoble en el fenómeno-

De no memorizar la mano en la sombra,

Lo inesperado concita el asombro.

Es más que obsequiarse después del susto

La silueta de lo que pudo en el olvido.

XXXV

Debajo del almendro.

Dulces sombras del verano

Ocupa su resorte el instante

Donde las mariposas armonizan.

Debajo del almendro

El cielo agujereado por las nubes

Donde duerme un joven aterciopelado

Por la luz y el silencio.

XXXVI

Dando vuelta atrás los años.

Claro en lo acontecido dentro

El arrepentimiento en lo que se hizo

Y no se pudo.

En los ojos la huella y, en cada vuelta,

El bastón cae y retumba. Mi padre, incómodo,

Pide a la inutilidad de los años

Un poco de anhelos al instante.

XXXVII

Quizás ahora, indecisa una tormenta

En las hojas crispadas.

Quizás puedas decidirte

Entre papeles y cigarrillos

Rezagado por tu llegada. ALGO PUEDE después

Recatarse en la entrega, intacta,

Que no resiste la lejanía

Que espera y exige el perdón en sus labios.

(Lectura a cargo de Grace)


No Estoy Seguro De La Separación

Pondréis en mi tumba un salvavidas
porque uno nunca sabe...(Robert Denos)



Indudablemente uno nunca sabe
si la inmortalidad será un ramo de flores
o un barco en medio de la ciudad.
Tal vez sea un labio enroscado en otro labio
o hayamos de pervivir en una ilustración egipcia
o en el suave sonido de una triste melodía.

Un nunca sabe cómo ha de terminar el viaje.
Es probable que nunca hayamos de concluir
y que nuestras preocupaciones sean piedrecitas
en el acantilado.
Quizás seamos el vértigo de un inmenso delirio,
porque no estoy seguro de la separación

(Lectura a cargo de fridacalo_segunda)





Poema del Desamor

1

Ah, cómo admiro a los que no puden amar!
es tan simple, tan feliz en su invulnerable ser.

Apacible e impiadoso,
vuelto de la nada por la indiferencia
y bajo el acoso respirar sin importar
el caudaloso viento del horizonte.

Apresurados por lo baladí surcan lo imperfecto.
Ah, admiro un duro despertar como el ocaso!
Terrible pacer de lo incierto.
Quien no ama es anónimo,
un fuego desintegrador por el campo,
una muerte que anuncia un ego.

2

Una ola sin motivo
en el regazo de un hombre
deshabitado y sin atributo,
sin atadura ni atavismo,
desnudo, apático en la oscuridad.
Muerto en el centro mismo de la mismiedad.
Ah! alegre corazón del indiferente!

3

Una ola, un tormento,
una mujer arrojada a la maternidad.
Todo se petrifica.

4

Paisaje, arrogante en lo informe,
ya hastiado, ya repulso,
y el tiempo sin fin,

indolente en la caricia.
Sobre el cuerpo la destrucción,
arde sobre la urna:
caravana de hueso en el cielo sin luz.

5

Parto, Insular,
sobre nubes oscuras,
puerta abierta y ladeada.
Sobre un faro se erigen
unas manos cansadas de dar,
un labio seco y agrietado
oriundo del amor abandonado.

6

¿Dónde el misterio?
¿Dar o recibir?
En el abrevadero busco
y encuentro torbellinos,
sueños torcidos y manchas inveteradas
que se repiten de manera regular.
¿Dónde me doy si no hay destinatario?

7

Desilusionado prosigo el viaje.
Doy hasta dejar de ser,
hasta el óbito menguado
de un espejo sucio de camino.

8

Sobre un breve trazo,
angosto, se dibuja mi camino,
ya de aspirina sangro telas de araña.
Ante el sol soy una presencia efímera,
huidiza y atormentada,
un objeto desvencijado del amor.

9

¿Cómo admiro lo indolente en la angustia?
¿Qué payaso soy en medio de los ausentes?
Pintar una lágrima para simular la alegría,
buscar una remota ola en el recuerdo,
un hipocampo en las manos ahogadas
y revolver el fondo por una perla soñada.

(Lectura a cargo de fridacalo_segunda)



Miro


Miro.

(¿Quién no mira el dolor?)

Miro y respiro.
se tambalea el agua y sigue la voz.

Miro y oigo.
Nostálgica canción en el río.

Miro y callo.
El silencio a orillas del corazón.

Miro y contemplo.
Vuela la luz en el amor.

(Lectura a cargo de Shenys Noelia)



Homenaje a E. M. Cioran


"Soy un hombre.
El hombre que aprieta el gatillo
(y mata la emoción
para vivir mejor)".

Joyce Mansour

¿Puedo salir a mi antojo?
Se entra, una vez.
Al despertarnos
nos soporta la discontinuidad.
Al salir, no se vuelve a entrar.
La conciencia se atrofia
de tanto rencor.
Nos soporta el tedio de durar.

Hay quienes salen por voluntad
en busca de no volver a entrar.

(Lectura a cargo de Shenys Noelia)






Orgía II


Huellas macabras de los grandes testículos
solares, sudor de caña,
ebriedad de los brazos que conservan el himno.
Hacedores, oidores y amantes,
hijos del juego de las escamas,
brindemos los zumos eróticos entre los aplausos
de culos y piedras.
Dejemos que la risa baile pegada al viento
que le succiona cada miembro


como una coreografía de ángeles descabezados
en la esquina dorsal de los encendidos pechos
de la estación.


Martillemos los muertos
en las convulsiones de nuestros sueños,
en el cuchillo hambri
ento
de sus tambores.

(Lectura a cargo de Gonzalo)


El Mundo Salvado



El mundo estalla a mi antojo
frente al papel que aniquilo de tanto amarlo,
en estalactitas fibrosas
marcas los largos galopes de este lápiz!
La mancha, como ornamento insulso y moroso,
me descubre un arroyo de rayos
en la pendiente de una mujer.


En su valle pavoroso de nubes sagradas
tiendo el cuerpo como acariciados aerolitos
que me dan penas y locuras hambrientas.


Si mundo eres, sobre ti cabalgaré hasta la inocencia;
será un triunfo sobre tu descuido.


Arrojaré la carne de mi porvenir
en el paño sudoroso de la sombra que construyes.


Mi lecho carga cañones del ansia
en cada cuerda que el mundo brinda.
El mundo no estalla porque tú lo salvas
de la garras que yo he armado;
eres mi cárcel y mi victoria
en el llanto de este lápiz.

(Lectura a cargo de Gonzalo)

Inutilidad De La Explicación



Toda explicación

necesita un contingente de palabras.
Si te ofrezco estos dedos mustios.
desearía no explicarte razones,
Simplemente, úsalos abordo del sentir.
Si quieres, arrójalos a la luz
y reirán como payasos.


Para el negocio son torpes,

para las caricias, genios.


Estos dedos saltarines gozan de locura.

una loca virtud de modelar formas, huecos,
luces y curaciones...


La fortuna está en llevarlos abordo del sentir,

simplemente. Sin explicaciones.

(Lectura a cargo de Solmar)






¿Nota Aclaratoria?

La poesía de los poetas de la Generación 80 viene a mostrar que todo lo que se ha dicho en contra de la poesía ha sido y sigue siendo erróneo, pues la poesía ha sobrevivido a todas las calamidades y desastres en todos los tiempos y siempre ha sido el mejor antídoto a todas las frivolidades del espíritu, a todos los modismos de ocasión, a todas las querellas y argumentaciones. Los que dicen que la poesía murió es porque toman como poesía un puñado de libros que no contienen verdadera poesía, sino que son cosas escritas en versos y no todo lo que se versifica es arte...

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