Víctor Bidó, Filósofo, Poeta, Ensayista y Pintor Dominicano, nacido en la ciudad de Santo Domingo el 23 de mayo de 1959. Realizó estudios de pintura en la escuela de Bellas Artes (1974-1978) y en Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). En la literatura dominicana pertenece a la Promoción Literaria de los 80's, siendo por la calidad de su poesía, uno de los más importantes exponentes de éste género. En su producción de poética es notable -como ha explicado el escritor José Enrique García- "El dominio técnico del verso y la composición". Sus obras: Cuaderno de Condenado (1986), Poemas de la Tortuga (1994), Suma Presencia (Obras Poéticas 1994-1999). Ha sido colaborador y cronista en los periódicos mas importantes de su país (ensayos y análisis literario).

Suma Presencia


I

En la cocina releo mis notas.
Se oyen ajenas, sin embargo,
Son mías.

¿Qué hay en la página?

Estelas, sombras que ya no soy.
Estimo lo hecho y estiro los brazos,
Bebo un poco de té,
Mientras en llanto la tarde se aleja.

Sobre la mesa mis notas y sin saber
Qué volveré a escribir.

II

Todavía mi aliento en el pozuelo,
El agua moja mis pies e ignoro
Qué agua me cobija.
Del pozuelo vuela una estrella
Eso imagino.
En tres o en dos nada infiero
Al perderse el corazón en su albergue.

III

Detrás, nada queda.
Adelante, nada se vislumbra.
Aquí, ni olvido ni adivinación,
De lado o al fondo: una ventana.
Pasan las nubes, crecen o se deshacen.
Cantan los pajarillos en las nubes
Y el cielo mira mis nubes que crecen
O se deshacen…

IV

El hogar huele a infante
Y la risa socorre en la pena.
A la vuelta, tal vez,
No pueda reconocer la menuda carita.

V

Silencio, siempre silencio
Oculto en la sensación del otoño.
Nada hay en la quietud del anochecer.
En silencio, siempre en silencio
La oscuridad que espejea en el solitario
Sobre el silencio de la cafetera.

VI

El susurro en la mesa y aún no llega.
La sonrisa vigía en la mirada.
La palabra presentida en el aire
Que la mirada aviva.
Sin oírte amo la luz.
Que libera el soplo de la milagrosa idea.

VII

Este día diferente a su redondez,
Real o iluso, no pide heraldos ni celadores.
Portento de temor amar se niega el indefenso
Y las nubes zozobran en el sopor de esta cocina
Entre un té negro y un cigarrillo gastado.

Este día, de errores y misceláneas
Carga consigo, a babor, el insomnio, sin pagar el rastro
Que aún no termina con el sueño.

VIII

Mi padre ahuyenta los silencios
Con la ambición de sentir
Que nada inútil hay en él.

Echado en el mueble habla de política
Con el entusiasmo de un adolescente
(no hay entusiasmo es sólo un pretexto para admirarlo).
Ciego aún irradia corderos por su voz.
Voz y bastón, suma presencia.

IX

El bastón afianza el paso inseguro,
Da al oído la orientación
Donde mi padre pone su confianza.
No dos, sino tres ajustando el paso
En la sombra,
Diseñando la huella al azar,
En un vano esfuerzo de claridad.

En los ojos la disolución,
Ochenta no afianza porvenir,
Sino ocaso que el crepúsculo ataja
Al mortal descenso.
Ante esta noción del ente
El viaje es un descanso convulso
Donde los ojos anuncian el cercano silencio.

X

Disminuye o acaso el ave
En su blancura, suspendida,
A otro aire arriba, sin ornamento,
Ante un cielo desnudo,
Siendo por no ser,
Dibujando un mármol de clara certeza.
Los arcos estelas transparentes,
Vibrando en lo estático
O en el vacío
Que ningún ojo pueda, en otro aire,
Poner otra magnificencia en aderezo.

En el instante hay una ventana
Que nos arroja en otro vuelo, en otro ensueño.

XI

Debajo del puente: el agua.
El agua no contiene y refleja,
El vacío ni contiene ni refleja.
En el pájaro el vacío vuela
Y en el agua se vislumbra.
Mientras en el río contemplo el pájaro,
En el vacío otro mundo se percibe.

XII

Mi hijo mira el cielo y sonríe,
Su gracia conmueve.
Mira mi padre e implora,
Se recoge ante la conciencia
Miro el cielo y el resplandor
Me desarma.
El cielo embriaga a quien mira,
Al hombre complica.
El cielo huele a mirra, la risa convoca
Y el rostro imprime que ha estado ahí.
No cambia el cielo, sino el hombre
Su propia muerte.
El cielo tiene sus dudas y su arcángel
Nos recuerda la prisa y el golpe.
La risa es un mirar de primavera;
La mía, quizás, sea de verano, translúcida
Y sofocante. La de mi padre, la del seco
Invierno que el cielo hace caer en los cuerpos
Transfigurado por la lejanía.

XIII

¿Cuántas veces caminé sumido en tu recuerdo?
Era una tormenta ajena la ciudad,
Y más profunda en otro tiempo: el tuyo.

Mis ojos eran otra visión, otra ensoñación
Y mi ser en otra latitud: la nuestra.

Caminar liberaba de rescoldos mi ser:
Era un saltarín remoto.
Abrazados olvidábamos la ciudad
Por nuestro Reino.
El amor absorbía el ahora de entonces
Y en el mar veníamos espumados de asombro.
La oquedad vivía en nosotros.
Ahora camino con mi soledad, y tan objetiva
Que no reconozco el camino recorrido.

XIV

De paso en paso
Ni queda ni avanza la barca.
De ensoñar revuelve quien montado regresa.
Sobre el casco una tormenta.
Indecisa la mirada, el jinete atrás, imantado,
Soberbio regañándose…
Las velas indican la partida y él, indefenso consigo,
Nada sabe por momento.
Una voz respira penosamente, luego se deja caer,
Camina mojándose y sube pertrecho a la barca.
No mira atrás, distante y extraño es el mar adelante.
Algo se aligera en su pecho y sonríe
Como un olvidado ángel en regreso.

XV

Que voy Rodrigo Vivar
Sin más desnudez que la luna rota,
Mostrando el vacío en pura obertura,
Alentado por el olvido y el rechazo.

Al Vivar Rodrigo voy saludando mañana
Y de duro razonar admito el rubor del anhelo perdido.
Regresará este humo entre dos. Ya no recuerdo,
Sino atisbos angustiados en ensoñar amargo
Que la tarde dilata en este café de milagros.

Estoy, estacionado en mi, que acechar no puedo
De tanto salir mi entrada morosa.

XVI

Mira el hijo que despierta,
Su mirar escruta
Y la rosa resbala por el ventisquero del aire.

Pide hacer el vago aliento
Que no acierta consigo traer:
Un mundo que urge salir.
Mira y sostiene el filo al mirar el trueno
Al punto de las hojas otoñales.
Animal brusco y menesteroso;
Pasa el fulgor que el árbol agujera
Sobre la cara el padre absorto.

XVII

Sobre el ojo el abrazo incierto,
Erguido en el horizonte socorre el deterioro
De la melosa vanidad.
Se mantiene la desazón en la luna triste,
Atascada en la noche que guardo.
De tanto el olvido anchuroso vuelve,
De imágenes se apresura la luz;
No es tanta la visión como el estremecimiento
Y, alguna vez, entre ambos, en mi pecho el amor.

XVIII

Que bien el sol en su postrero horizonte
Y un ave que en la quietud alardea su sombra.
Se suspende o se degrada el recuerdo
Atinando una melancolía de mujer, llena
De consistencia en el balcón de la noche.
El hombre murmura consigo y el cigarrillo
Se gasta, como él, por hallar peso en la levedad azul
Que irradia, iridiscente, la tarde
En la equidistancia del relieve.

XIX

El domingo es una saeta al revés
Ardiendo como hojas secas.
Las gentes salen, yo retomo mis pensamientos
Y los pongo sobre la mesa.
Crece un árbol y la luna brilla detrás;
Un árbol de sombra, y por torcer la rama
Se astilla y sangra una melancolía silenciosa.
Por la rama la turbia sensación
Que sacude el sopor y las repeticiones.
Puede, por sufrir, el domingo en las llamas
Del árbol perverso e inútil.
Preocupan los domingos siguientes
Y uno vuela al mismo sacrificio.

XX

Este aislar imágenes
Que rebotan y sacuden la atención,
Ensanchando otro tiempo triste.
La vida confiesa, en sus entes, ir
Acumulando en la desnudez; nada
De ahorro en el partir.
Mi padre, inocente patriarca, echa
En mi el peso de no estar a tiempo,
En sí, soy un engaño por más esfuerzo.
Bien lo sé, me debo a él y no hay otra salida.
Reboto hasta el techo y me digo ___Oh, un hombre,
Un ave o un ángel (el espíritu se sacude)…
Es confiar demasiado en la ausencia,
En la imagen que no volverá a tierra.
Ser primogénito sus secretos tiene:
Es que con sólo querer se derrumba el intento
Y nada podrá separarnos de aquello.
Me cuesta el cazar imágenes que,
Alguna vez, se realizarán, a pesar de lo leve.

XXI

Puede que camine y me acompañe un árbol
Y sus ramas me protejan del mediodía.
Ese sol, que madura la imagen, vuela
Hasta ser algo que ya no es y persiste en mis ojos
Bajo el temblor.
Puede el árbol cegarme importa poco ante
La espesa soledad.
Puede que no recuerde ser y vague ensoñando,
Como otros; puede que sea el árbol y sombra yo
Ajena a la luz, y nuevas ilusiones me separen del tráfico.

Pero entre lo que pueda ser y lo que soy, no hay acequia.
A los cuarenta toda posibilidad anida en lo que se es,
Sin embargo, el árbol socorre y no hay agua;
Mi consuelo no surte patrimonio que halague
En repetir este lado que ignoro y ése que sueño.

XXII

Requiere el paso más esfuerzo
Y todo adquiere la placentera visión
Del descanso.
El paso pasa y no vuelve,
Otro paso exige la voluntad.
Otro revuelto paso admite el soñado.
Nada de parar.
El nuevo paso entusiasma antes,
Aunque después desborde el esfuerzo
Al revés.
Un paso pide la vida y nadie negarlo puede,
Salvo que la sal nos devore en poco tiempo.
Esa mi lucha: un nuevo paso
Que requiere de más esfuerzo.

XXIII

Mi soledad atrae ausencia,
Ni amor espera, ni esperanzas viejas.
Con ella no lucho, espero que despierte
Para beber de la fuente
Que percibo y no comprendo.

Al viento esta soledad dormida
Que me tiene por sustento.

XXIV

En la desidia está el poeta.
Contempla y muere.
Adora el silencio en la flor.
El poeta en el borde del alma
Viviendo como un capullo,
Avivando el aire que retiene
La música desolada de su redención.

XXV

Al acostarme mis ojos otra vida tienen:
Sombras relucientes hacia mi cabeza y los pies.
La oscuridad vuelve y salgo de la pantalla;
De mi acontece al centro una voluntad
Que me baja donde no apelo.
Estoy y no huelgo vencer:
Un ángel desconocido me sonríe y el agua
Me sostiene. Digo: “Un sueño”, y una voz desmiente
Busco y el horizonte como un velero en naufragio.
Me reclama…
Me sorprende la hora y despierto húmedo.
Es tarde, los muchachos esperan…

XXVI

Si por amar en el error acomete,
No amar tampoco certeza tiene,
Y colocado en la sombra más duda
Que vacía la casa.
No hay caricia que devuelva aquella,
Ni pasillo que vivifique, en la ausencia
De dolor se llena, así milagroso en la tormenta.
Lejos del amor me sufro, cerca se cristaliza.
Por Helena volver quisiera; quimera pensar en ello.
Me queda azuzar la ausencia en los días…
Que apenas crecen.

XXVIII

El mar espeso velero
Inundado de distancia.
Eres imagen, no recuerdo;
Pura transparencia ensimismada.
El mar, perfecto, no así en tu forma,
Idea que inquieta el ser.
Me llena si por ti voy de mar,
Un poco basta para ahogar la demora;
El cielo henchido de luceros.

El mar espero en el fuego,
El amor en la hueste de mis ojos
Por tocarte y arriba se retoca el ser,
Imitando, que no llega.
Sufrir, ansia consumida en las manos,
Talla de aire que ocupa el mundo.
Amor de mar tu cuerpo, de sutil aroma
El espíritu cegador, tierra herida,
Hombre devorado, atado al velero del mar
En la distancia.
Te busco en las nubes
Y la pasión del trueno
Anuncia el hallazgo.

Mar, el mar, sierpe que ahogando vive,
Cuando llegues, mejor aún, que mis sueños.

XXIX

De surco el asidero,
Entre la silueta y la flor
El indeleble aire que paraliza.
Buscando fondo miro otear tigres
Blandiendo tu amor, aquí, absorbiéndole
En la luz de la luna.
Alcanza pues, en la espera,
Madurar tu horizonte, ciego y hondo;
Donde los pájaros amanecen en la quietud.
Tanto el éxtasis como el arrobo y la descarga.
Por tu espalda un batallón adereza, en recta
Formación el perfume ante la experiencia.
Muero, no sobreviviré en la hondonada.
He de quedar en el bajo relieve de la forma,
Abrevando en la paloma con su sol
Ante el sendero desértico.

XXX

La flor.
De brillantes colores
Su talle en el hueco.
Mírala sin asirte al desprendimiento.
Mírala inmóvil en la sensación,
Huélela y acierta en su perennidad.
Seguirá emitiendo colores en su hueco
O estaré percibiendo su no estar
Que estimula su ser.

(Lectura a cargo de Prinss_Mar & Grace)

2 comentarios:

imaginon dijo...

Quiero felicitar por este medio a mi amigo de hace tantos años, Víctor Bidó, por este excelente blog desde donde su poesía accede, por fin, al lugar que le corresponde en pleno derecho, y donde alcanza, sin lugar a dudas, esa "suma presencia" con la que ha soñado. ¡Enhorabuena, Bidó, y que no se quede nadie sin ver tu blog! Atentamente, imaginon, es decir, g.c. manuel, es decir, manolo, es decir, manuel garcía cartgena

J. A. Peña dijo...

“Solo las palabras simples maduran por si mismas”…Lao Tse

Muy de acuerdo con las palabras del sabio Lao Tse, que hacen bastante honor a la sabiduría que despliegan las palabras de tus poemas.

Mis felicitaciones co un fuerte abrazo,
Jose Alejandro Peña

¿Nota Aclaratoria?

La poesía de los poetas de la Generación 80 viene a mostrar que todo lo que se ha dicho en contra de la poesía ha sido y sigue siendo erróneo, pues la poesía ha sobrevivido a todas las calamidades y desastres en todos los tiempos y siempre ha sido el mejor antídoto a todas las frivolidades del espíritu, a todos los modismos de ocasión, a todas las querellas y argumentaciones. Los que dicen que la poesía murió es porque toman como poesía un puñado de libros que no contienen verdadera poesía, sino que son cosas escritas en versos y no todo lo que se versifica es arte...

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